sábado, 7 de enero de 2012

Diez elegidas, diez metros cuadrados, diez dias de tortura...

No había ventanas, solo paredes.
Natalia se ahorró un par de preguntas a sus llorosas compañeras de habitación, que se amontonaban en el suelo. Tania y Elisabeth estaban junto a ella, aunque sentadas. Natalia continuaba de pie, palpando y recorriendo la pared con sus manos.
–Yo fui la primera –dijo Tania. Natalia la miró.
–¿Qué es lo que quieren? –preguntó Natalia.
–Dijeron que cuando estuviéramos todas, nos lo explicarían –.Tania empezó a llorar, mientras Natalia seguía examinando la pared.
Hacía frío allí dentro, sin embargo olía a sudor. Un muro en la esquina separaba una letrina maloliente. Natalia se asomó. La pestilencia le aturdió. Se tapó la nariz y la boca con la mano. El miedo habría soltado el estómago de algunas muchachas y las heces bañaban el fondo. Inspeccionó la letrina buscando algún tipo de mecanismo. No había tuberías, ni cisterna.
Natalia volvió, aún fatigada, con el grupo. Algunas chicas la miraban con los ojos hinchados, aterrados. Entonces comenzó a contagiarse del pánico reinante, pero se detuvo en un portón de madera en la otra punta de la habitación. Sorteó a un par de chicas, y se lanzó sobre la puerta, que dio un crujido.
–Está cerrada –le dijo una voz temblorosa desde el suelo.
Natalia la miró. La chica estaba sentada en el suelo, con la cabeza metida entre las rodillas. No podía verle la cara, pero podía imaginársela observando el resto de caras a su alrededor. Natalia se acuclilló junto a ella.
–¿Cómo te llamas? –le preguntó.
–Cheska –le respondió levantando la cara y mirándola.
La conocía. Era camarera del local donde había estado aquella noche. La había visto otras veces, pero nada que ver con la chica que veía ahora. Cheska, de pelo rubio platino abundante, de notable altura, de bonitos ojos azules, era ahora una pequeña chica encogida en la esquina de un zulo, con los párpados hinchados, la cara llena de rojeces y el pelo enmarañado. La chica empezó a temblar de forma notable, casi convulsionando. Natalia le cogió la mano. La notó helada y sin fuerza.
Natalia miró a su alrededor intentando pedir ayuda con la mirada, pero ¿a quién? Entonces, contemplando detenidamente una a una, visualizó la verdadera realidad de aquella habitación. Distinguió a Tania ocultarse tras el muro y, seguidamente, escucharse el sonido de un vómito agresivo. Después a Elisabeth derrumbarse sobre la pared, absolutamente derrotada. Se detuvo en otra chica, que tenía la cara metida entre las rodillas en la misma postura que Cheska. Natalia hubiera jurado quela chica no estaba respirando. Tenía el pelo de un tono rubio oscuro y ondulado, y a Natalia le llamaba la atención que se hubiera quitado los zapatos. A punto estuvo de levantarse y comprobar si la muchacha estaba bien, pero un ruido procedente de la garganta de Cheska la hizo girarse hacia ella.
–¡Cheska! –chilló Natalia.
Cheska parecía asfixiarse. Se le escapaba un ruido por la boca y por la nariz que recordaba el sonido de un cerdo. Era continuo y cada vez más rápido. Natalia le levantó la cabeza y sujetándola por la nuca la apoyó en la pared. La respiración angustiosa de Cheska se fue calmando.
–¿No hay agua? –le preguntó al resto.
No –las que no contestaron con la voz lo hicieron con la cabeza.
Ahora todas observaban a Natalia, hasta la chica inerte había levantado la cabeza.
Natalia empezó a sentir el miedo que apretaba su pecho. Ninguna de sus compañeras se había inmutado con el ataque de Cheska, lo que le incitó a deducir que pasaba frecuentemente en aquella habitación. La falta de agua le recordó dónde estaba verdaderamente. La presión de su pecho cada vez era más fuerte y empezaba a bajar hacia el estómago.
Natalia soltó la nuca de Cheska y se levantó. El miedo no dejaba de atenazarla, aumentaba por momentos. Intentó respirar hondo pero no podía, intentó tranquilizarse cerrando los ojos, pero seguía oyendo unos lamentos que le hacían empeorar.
Miró al techo, una triste luz las iluminaba. Aún así la luz directa de la bombilla le hizo ver, durante unos segundos, puntos amarillos sobre la pared y sus compañeras, lo que le produjo aún más fatiga.Volvió a mirar el portón de madera, el miedo iba invadiendo el resto de su cuerpo, echó su peso sobre la puerta y esta volvió a crujir. Natalia la contempló unos segundos. La empujó de nuevo provocando que el crujido fuera más fuerte y volviendo a atraer la atención de sus compañeras. Esta vez Natalia cogió impulso y arremetió contra la puerta con más fuerza si cabe, cayendo al suelo. El hombro le empezó a doler, pero eso no importaba, tenía una única obsesión, la puerta.
–¡Joder! ¡Ayudadme! –gritó a sus compañeras.
Cogió impulso con sus dos piernas, y golpeó la puerta, ahora con los pies. El crujido resonó más fuerte todavía. Realmente, la echaría abajo si continuaba.
–¡Natalia, no! –le gritó Tania –¡No!
Pero los gritos de Tania le animaron y volvió a patearla con más ahínco todavía.
–¡Imbéciles! –gritó Natalia como si alguien escuchara al otro lado del portón.
–¡Natalia, para!–. Elisabeth intentó arrastrarla lejos de la puerta, pero tuvo que apartarse de Natalia.
Natalia sufría un ataque de furia y sus insultos rugían más alto, y sus golpes, in crecendo, eran más rápidos y fuertes. Sus amigas nunca la habían visto actuar así, pero Natalia lo hacía a conciencia ya que se sentía mejor haciéndolo. La puerta cedía y volvía a su lugar a cada golpe, y los crujidos hacían presagiar que se rompería de un momento a otro.
Natalia no era la única que gritaba, había sacado al resto de muchachas del aturdimiento y le gritaban a ella, intentando que parara de hacer aquello. Pero le producían la misma sensación que los gritos de Tania. Seguir golpeando.
El tacón de su zapato se hundió en la puerta. Natalia se quedó perpleja y los gritos cesaron bruscamente. Intentó hacer palanca con él para abrir un agujero más grande, pero el tacón se despegó de cuajo, quedando el zapato únicamente con la suela.
Natalia se asfixiaba. Estaba exhausta, derrotada, sudorosa. Se apartó de la puerta arrastrándose por el suelo, y se quitó el zapato roto del pie.
–¿Por qué no me ayudáis, joder? –le reprendió a las demás.
–No puedes hacer eso –le contestó una de ellas.
–¿Por qué?
–Nos lo advirtieron –le explicó Tania –, no…
Se oyó un ruido procedente del otro lado de la puerta y todas las jóvenes se apiñaron en la pared detrás de Natalia. Percibieron un segundo chasquido chirriante. Rápidamente un tercero y la puerta se abrió. El exterior era luminoso, al menos comparado con aquella penumbra en las que las habían encerrado. Natalia miraba fijamente hacia la puerta.
Una mujer y tres hombres entraron. La mujer revisó la puerta e inquirió fijamente a Natalia. La mirada que Natalia recibió atravesaría diez portones de madera como el que había roto. Sintió humedad en la mano que tenía apoyada en el suelo. Por la temperatura y el olor, dedujo que una de sus compañeras se habría orinado, algo que ella misma estuvo a punto de hacer al examinar el aspecto de los tres hombres que accedieron a la habitación y la mujer que los acompañaba.
A Natalia se le despejaron todas las dudas respecto a la razón por la que las tenían allí. Y el pánico la volvió a invadir.

7 comentarios:

Marina Martinez dijo...

El libro me ha encantado, no podia dejar de leerlo. He visto que es tu primera novela. Tu forma de escribir es fascinante. Sin duda, dentro de poco se hablará mucho de tus novelas. Enhorabuena.

Noeli dijo...

La novela me ha impactado.
Yo diria que son once elegidas y no diez, porque yo me sentia una más mientras lo leia. Verdaderamente se puede sentir todo alli dentro, y a los personajes los oyes hasta respirar.
Soy amante de la novela de misterio desde hace años y esta es una de esas novelas que hace que la siguiente que abra me aburra. Si es tu primera novela, creo que ha nacido una 2maestra del misterio" y me alegro que esta vez halla sido en España

Myriam Millán dijo...

Marina, me alegro mucho que te gustase. Muchas gracias por tus palabra de apoyo.
Noeli, más me ha impactado a mi eso último que has dicho (he tenido que leerlo dos veces). Siendo autora novel, te lo agradezco de corazón.

Noeli dijo...

Te lo he dicho porque pienso que Décima docta no es la obra de ninguna novata. Se diferenciar perfectamente a un principiante cualquiera de un escritor de verdad. Quien me recomendó este libro te comparó con uno de los buenos (no te diré quien, pero es uno de los bueno buenos y no es español)
Sigue escribiendo porque esperamos seguir leyendote.

Kerícolo dijo...

Por favooorr , esto es adictivoooo....felicidades¡¡Un saludo¡¡

mientrasleo dijo...

Bien, generas atmósfera, no puede negarse.. y también ganas de descubrir la historia.

Nuria de Espinosa dijo...

Me gusta mucho como escribes, mi enhorabuena, narras muy bien, saludos y tu blog es exce.lente