viernes, 10 de julio de 2015

La Hija del Dragón: Una novela basada en la leyenda de Erzsébet Báthory


Después de cuatro años de trabajo, al fin puedo decir que mi nueva novela ya está a la venta. Participa en el II concurso Amazon para autores indies. En estos días voy a ir añadiendo posts acerca de curiosidades sobre su argumento. 
De momento os dejo la sinopsis y la portada, espero que os guste. 


En la Transilvania del año 1600, el pueblo de Nyitra pudo ver cómo una mente perturbada acababa con la vida de más de quinientas doncellas. Difundida por una creencia popular de que habitaba un demonio en los bosques que buscaba sangre de jóvenes vírgenes, los habitantes de aquellas tierras, no tenían dudas, que el destino que sufrían sus hijas, estaba relacionado con algo que ocurría tras los muros del castillo de Cachtice.
Londres 2013, comienzan a aparecer cadáveres de jóvenes procendentes del tráfico humano, aparentemente desangradas con antiguos aparatos de tortura.
El Doctor Emanuel Mason decide estudiar el caso. Pronto descubre que esta vez tendrá que analizar una de las mentes más sádicas de la historia, hasta llegar a los orígenes del verdadero vampirismo, muy diferente al que la ficción nos ha mostrado. Antiguos ritos milenarios practicados por distintas culturas y religiones que aún hoy día son un misterio para el ojo humano. Porque hay razones para matar que nunca deberían ver la luz.
Con una historia basada en la leyenda de Erzsébet Báthory, la autora de Décima Docta da un paso más esta vez y promete desvelar algunas incógnitas sobre antiguos rituales en esta novela, mitad histórica, mitad contemporánea, cien por cien thriller. 









martes, 29 de julio de 2014

La Hija del Dragón





Tuve que debatirme numerosas razones para no escribir esta novela. Han sido tres años de trabajo, quizás más. Aquí la tenéis. 

En la Transilvania del año 1600, el pueblo de Nyitra pudo ver cómo una mente perturbada acababa con la vida de más de quinientas doncellas. Difundida por una creencia popular de que habitaba un demonio en los bosques que buscaba sangre de jóvenes vírgenes, los habitantes de aquellas tierras, no tenían dudas, que el destino que sufrían sus hijas, estaba relacionado con algo que ocurría tras los muros del castillo de Cachtice.
Londres 2013, comienzan a aparecer cadáveres de jóvenes procendentes del tráfico humano, aparentemente desangradas, con antiguos aparatos de tortura.
El Doctor Emanuel Mason, decide estudiar el caso. Pronto descubre, que esta vez tendrá que analizar una de las mentes más sádicas de la historia, para llegar hasta los orígenes del verdadero vampirismo, muy diferente al que la ficción nos ha mostrado. Antiguos ritos milenarios practicados por distintas culturas y religiones, que aún hoy día son un misterio para el ojo humano. Porque hay razones para matar que nunca deberían ver la luz.
La autora de Décima Docta, da un paso más, y promete desvelar algunas incógnitas sobre antiguos rituales en esta novela, mitad histórica, mitad contemporánea, cien por cien trhiller.
Basada en la leyenda de Erzsébet Báthory.
En Agosto de 2014.

lunes, 9 de septiembre de 2013

La continuación de Décima Docta

Van a hacer dos años desde la publicación de mi primera novela "Décima Docta". Quiero agradecer a los lectores que desde el principio han estado apoyándome.
Ahora necesito nuevamente vuestro apoyo para que "La hija del dragón" vea la luz y alguna editorial apueste por ella.

Podeis firmar en este enlace Firma aqui

Gracias de antemano,

Myriam Millán.

viernes, 27 de julio de 2012

¿Por qué dicen que es un trhiller adictivo? Solo lee un fragmento

No había ventanas, solo paredes.
Natalia se ahorró un par de preguntas a sus llorosas compañeras de habitación, que se amontonaban en el suelo. Tania y Elisabeth estaban junto a ella, aunque sentadas. Natalia continuaba de pie, palpando y recorriendo la pared con sus manos.
–Yo fui la primera –dijo Tania. Natalia la miró.
–¿Qué es lo que quieren? –preguntó Natalia.
–Dijeron que cuando estuviéramos todas, nos lo explicarían –.Tania empezó a llorar, mientras Natalia seguía examinando la pared.
Hacía frío allí dentro, sin embargo olía a sudor. Un muro en la esquina separaba una letrina maloliente. Natalia se asomó. La pestilencia le aturdió. Se tapó la nariz y la boca con la mano. El miedo habría soltado el estómago de algunas muchachas y las heces bañaban el fondo. Inspeccionó la letrina buscando algún tipo de mecanismo. No había tuberías, ni cisterna.
Natalia volvió, aún fatigada, con el grupo. Algunas chicas la miraban con los ojos hinchados, aterrados. Entonces comenzó a contagiarse del pánico reinante, pero se detuvo en un portón de madera en la otra punta de la habitación. Sorteó a un par de chicas, y se lanzó sobre la puerta, que dio un crujido.
–Está cerrada –le dijo una voz temblorosa desde el suelo.
Natalia la miró. La chica estaba sentada en el suelo, con la cabeza metida entre las rodillas. No podía verle la cara, pero podía imaginársela observando el resto de caras a su alrededor. Natalia se acuclilló junto a ella.
–¿Cómo te llamas? –le preguntó.
–Cheska –le respondió levantando la cara y mirándola.
La conocía. Era camarera del local donde había estado aquella noche. La había visto otras veces, pero nada que ver con la chica que veía ahora. Cheska, de pelo rubio platino abundante, de notable altura, de bonitos ojos azules, era ahora una pequeña chica encogida en la esquina de un zulo, con los párpados hinchados, la cara llena de rojeces y el pelo enmarañado. La chica empezó a temblar de forma notable, casi convulsionando. Natalia le cogió la mano. La notó helada y sin fuerza.
Natalia miró a su alrededor intentando pedir ayuda con la mirada, pero ¿a quién? Entonces, contemplando detenidamente una a una, visualizó la verdadera realidad de aquella habitación. Distinguió a Tania ocultarse tras el muro y, seguidamente, escucharse el sonido de un vómito agresivo. Después a Elisabeth derrumbarse sobre la pared, absolutamente derrotada. Se detuvo en otra chica, que tenía la cara metida entre las rodillas en la misma postura que Cheska. Natalia hubiera jurado que la chica no estaba respirando. Tenía el pelo de un tono rubio oscuro y ondulado, y a Natalia le llamaba la atención que se hubiera quitado los zapatos. A punto estuvo de levantarse y comprobar si la muchacha estaba bien, pero un ruido procedente de la garganta de Cheska la hizo girarse hacia ella.
–¡Cheska! –chilló Natalia.
Cheska parecía asfixiarse. Se le escapaba un ruido por la boca y por la nariz que recordaba el sonido de un cerdo. Era continuo y cada vez más rápido. Natalia le levantó la cabeza y sujetándola por la nuca la apoyó en la pared. La respiración angustiosa de Cheska se fue calmando.
–¿No hay agua? –le preguntó al resto.
No –las que no contestaron con la voz lo hicieron con la cabeza.
Ahora todas observaban a Natalia, hasta la chica inerte había levantado la cabeza.
Natalia empezó a sentir el miedo que apretaba su pecho. Ninguna de sus compañeras se había inmutado con el ataque de Cheska, lo que le incitó a deducir que pasaba frecuentemente en aquella habitación. La falta de agua le recordó dónde estaba verdaderamente. La presión de su pecho cada vez era más fuerte y empezaba a bajar hacia el estómago.
Natalia soltó la nuca de Cheska y se levantó. El miedo no dejaba de atenazarla, aumentaba por momentos. Intentó respirar hondo pero no podía, intentó tranquilizarse cerrando los ojos, pero seguía oyendo unos lamentos que le hacían empeorar.
Miró al techo, una triste luz las iluminaba. Aún así la luz directa de la bombilla le hizo ver, durante unos segundos, puntos amarillos sobre la pared y sus compañeras, lo que le produjo aún más fatiga.
Volvió a mirar el portón de madera, el miedo iba invadiendo el resto de su cuerpo, echó su peso sobre la puerta y esta volvió a crujir. Natalia la contempló unos segundos. La empujó de nuevo provocando que el crujido fuera más fuerte y volviendo a atraer la atención de sus compañeras. Esta vez Natalia cogió impulso y arremetió contra la puerta con más fuerza si cabe, cayendo al suelo. El hombro le empezó a doler, pero eso no importaba, tenía una única obsesión, la puerta.
–¡Joder! ¡Ayudadme! –gritó a sus compañeras.
Cogió impulso con sus dos piernas, y golpeó la puerta, ahora con los pies. El crujido resonó más fuerte todavía. Realmente, la echaría abajo si continuaba.
–¡Natalia, no! –le gritó Tania –¡No!
Pero los gritos de Tania le animaron y volvió a patearla con más ahínco todavía.
–¡Imbéciles! –gritó Natalia como si alguien escuchara al otro lado del portón.
–¡Natalia, para!–. Elisabeth intentó arrastrarla lejos de la puerta, pero tuvo que apartarse de Natalia.
Natalia sufría un ataque de furia y sus insultos rugían más alto, y sus golpes, in crecendo, eran más rápidos y fuertes. Sus amigas nunca la habían visto actuar así, pero Natalia lo hacía a conciencia ya que se sentía mejor haciéndolo. La puerta cedía y volvía a su lugar a cada golpe, y los crujidos hacían presagiar que se rompería de un momento a otro.
Natalia no era la única que gritaba, había sacado al resto de muchachas del aturdimiento y le gritaban a ella, intentando que parara de hacer aquello. Pero le producían la misma sensación que los gritos de Tania. Seguir golpeando.

El tacón de su zapato se hundió en la puerta. Natalia se quedó perpleja y los gritos cesaron bruscamente. Intentó hacer palanca con él para abrir un agujero más grande, pero el tacón se despegó de cuajo, quedando el zapato únicamente con la suela.
Natalia se asfixiaba. Estaba exhausta, derrotada, sudorosa. Se apartó de la puerta arrastrándose por el suelo, y se quitó el zapato roto del pie.
–¿Por qué no me ayudáis, joder? –le reprendió a las demás.
–No puedes hacer eso –le contestó una de ellas.
–¿Por qué?
–Nos lo advirtieron –le explicó Tania –, no…
Se oyó un ruido procedente del otro lado de la puerta y todas las jóvenes se apiñaron en la pared detrás de Natalia. Percibieron un segundo chasquido chirriante. Rápidamente un tercero y la puerta se abrió. El exterior era luminoso, al menos comparado con aquella penumbra en las que las habían encerrado. Natalia miraba fijamente hacia la puerta.
Una mujer y tres hombres entraron. La mujer revisó la puerta e inquirió fijamente a Natalia. La mirada que Natalia recibió atravesaría diez portones de madera como el que había roto. Sintió humedad en la mano que tenía apoyada en el suelo. Por la temperatura y el olor, dedujo que una de sus compañeras se habría orinado, algo que ella misma estuvo a punto de hacer al examinar el aspecto de los tres hombres que accedieron a la habitación y la mujer que los acompañaba.
A Natalia se le despejaron todas las dudas respecto a la razón por la que las tenían allí. Y el pánico la volvió a invadir."


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